El Faro (Relato de Terror)
- gonzaloreyes
- 25 nov 2022
- 14 Min. de lectura
Actualizado: 13 dic 2022

(Continuación del relato inconcluso
y sin título de Edgar Allan Poe, el
cual posteriormente y con el
visto bueno de estudiosos y editores,
se conocería como The Lighthouse)
Enero 5. Me he prometido no volver a abandonar este diario. Es apenas el quinto día cumpliendo las labores para las que fui contratado, para mi desgracia o mi fortuna personal. Como ya lo sabía, las tareas apenas e interrumpen mi rutina personal debido a su simpleza. Para librar un poco el tedio que me abrumó el día de ayer, y por el cual dejé el folio en blanco, he decidido que al no tener novedad que reportar, y dando por sentado que me cumplido con mis obligaciones diarias, añadiré algunas líneas a título personal. Soy un hombre de palabra, responsable; nadie hubiera podido darse cuenta, ni De Grät ni nadie más, si de pronto hubiera pasado un par de días encerrado dormitando, intentando escribir mi libro, jugueteando allá afuera con Neptuno, o comiendo en el cuarto de abastecimiento, llenando de cualquier manera este reporte, poco más se puede hacer en este espacio, no tengo duda. Soy un hombre de palabra y por eso fui tomado para este empleo. Ayer simplemente no tuve ganas de tomar la pluma para tenerlos contentos, hoy ya es otra historia, y mañana recibiré el devenir sea cual sea su misterioso designio, y de ello haré constar en estas anotaciones.
Enero 6. Neptuno ha demostrado ser un fiel compañero, creo que a pesar de su limitado entendimiento, me ha encontrado como si bien no su igual, su único compañero. Buen amigo, sigue siendo una buena compañía como has sido hasta hoy y no creo que a mis empleadores les moleste que te lleve conmigo a donde sea que mis pasos conduzcan al terminar este primer periodo de trabajo en el faro. Quien sabe, puede que hasta nos acostumbremos y pidamos regresar lo más pronto posible a otra guardia, a olvidarnos del mundo y éste nos olvide de a poco. Ya dejando atrás la amenaza de la guillotina y el escrutinio público de un segmento de la sociedad a la que ya no creo poder regresar.
Enero 7. Muy temprano en la mañana Neptuno estuvo inquieto, de hecho sus ladridos me despertaron antes de la hora debida. Por un momento imaginé que teníamos visita, no lo sé, alguna diligencia urgente de Orndoff o alguna visita sorpresa para supervisar mi trabajo. Nada de eso, después del desayuno el día transcurrió con total tranquilidad, han sido días de calor, aun así las labores del diario trabajar se han cumplido a cabalidad. Si llegara una visita inesperada no habría más que llevarse una grata impresión del trabajo realizado en este lugar.
Enero 8. Apenas y he tocado los folios encuadernados que traje conmigo entre mis pocas pertenencias. Lo que en la víspera de esta aventura laboral me había parecido buena idea, no ha resultado fructífera, al menos no todavía. Tengo el espacio, tengo el silencio, tengo la adecuada iluminación nocturna, tengo al mar y su infinitud a mi disposición, tengo algo de alcohol decente y una cabeza llena de ideas que no pueden ser pasadas al papel por mi mano inexperta a satisfacción. Las ideas aparecen, y cuando están por ser atrapadas cambian tanto de forma que ya se vuelven algo diferente, inútil, sinsentido, y falto del más mínimo carácter artístico. Espero y al igual que la luz de este faro, los ángeles de la inspiración acudan a mí. Cuando estoy trabajando sé lo que quiero hacer, sé exactamente lo que quiero escribir en cuanto me tome mi tiempo para escribir, y cuando llega esa hora, cuando estoy sentado buscando la manera de escribir para dejar testimonio de mi genialidad inédita, ya no lo sé más. La forma literaria que había ideado se esfuma, y con ella mi oportunidad de trascender como hombre de letras.
Enero 9. Amanecí especialmente de buen humor. Comencé mis labores inmediatamente después de tomar el desayuno. Neptuno pudo sentir en mí ser este cambio y me acompañó de igual manera siendo un encanto todo el día. Jugueteamos un rato después de almorzar alrededor de la base del faro, intenté saludar a una embarcación que entraba por la bocana pero no sé si habrán podido verme, no fui muy efusivo a fin de no alarmarlos sin motivo en caso de que me vieran agitando los brazos y haciendo sonar mi silbato. Antes de sentarme a dar parte del día en esta bitácora extraoficial, pude escribir algunas líneas de lo que parece ser un breve poema dedicado al mar, entidad inmensurable a la que he volcado mis más profundos pensamientos poéticos, y que seguramente los ha diluido con indiferencia. El mar no sabe nada de mí, no conoce mis dramas personales más íntimos, pero pareciera que yo sé todo de él, al ver el cambio en la marea, y las nubes a veces grises que flotan sobre toda aquella danza de la eternidad.
Enero 10. Hoy retomé el poema escrito el día de ayer. Inocente, o ingenuamente he pensado que lo que tenía dentro de mí era una sucesión de poemas muy dignos, dado el favorable entorno descrito desde mi llegada. No ha sido así, la poesía en mí se ha desvanecido de un día a otro. Estoy francamente preocupado, yo como creador de un arte personal único, no hago más que dar tumbos, tentando a ciegas las profundidades de la creación literaria en su forma más primitiva. Me preocupa que si el objeto creado no puede ser de otra forma más que de similar naturaleza a la fuerza creativa que lo engendró, entonces francamente mis esfuerzos son vanos, faltos de imaginación y dignos de un artista decadente, enfermo, al que se le oye toser página tras página, ofreciendo una sucesión de palabras que harían sonrojar al lector más obtuso. Sobra decir que la página manuscrita en cuestión fue arrancada y echada a la caldera sin el menor remordimiento, al menos sirvió para ayudar a alimentar fugazmente la luz que mana de la linterna de mi faro.
Enero 11. Neptuno no ha tomado alimento alguno el día de hoy. Me quedé pensando si ayer le había visto devorando los alimentos que puse en su rincón y realmente no lo he podido recordar. Estoy de acuerdo en que esto no es una cocina del nivel de la gran ciudad, y cada día que pasa el pan y la manteca parecen sufrir cambios en su textura cada vez más dramáticos, pero es comida y es comible. De hecho en la última semana de trabajo, tengo pensado hacer unas buenas migas con todo el pan que me quede, pimentón y un buen hueso de jamón que he reservado. No voy a dejar un mendrugo de pan a quien quiera que vaya a relevarme de mi puesto.
Enero 12. No he tenido el menor problema en cumplir al pie de la letra con los deberes que el manual reserva para el cuidador del faro. Mis preocupaciones son en torno al bueno y fiel de Neptuno. Apenas hoy por la tarde pude ver como dio un par de mordidas a un poco de repollo con papas fritas que preparé para el almuerzo. Hasta a mí me dio trabajo masticarlas, pero no tengo duda de que ese tipo de alimento nos ayudará a reconstituirnos físicamente. Hice una buena cantidad ya que el día de mañana es día trece y no tengo pensado realizar ninguna otra labor más que las indispensables para el correcto funcionamiento de la luz del faro y su mecanismo. Aviso también que, con total premeditación de por medio, el día de mañana no haré ninguna anotación personal en este diario, soy el único hombre en varias millas a la redonda, no quiero tentar al ejecutor de los malos augurios.
Enero 13. (Sin anotaciones)
Enero 14. Neptuno ha recuperado su ímpetu habitual. Ha terminado con su plato y en lo que yo alimentaba la caldera y escribía pulcramente las anotaciones en la bitácora, correspondientes al día de ayer y hoy. Está de muy buen humor, ha estado jugueteando solo allá afuera, dando la vuelta en círculos a todo lo largo de la estructura base. Yo que deseaba con todo el fuego interior que desprendía mi alma el poder llegar a ser un escritor notable para mis similares de generación, ya no digamos famoso, he terminado escribiendo enunciados que pretenden ser técnicos en una bitácora forrada de cuero oscuro, cuyas anotaciones anteriores a mí llegada fueron hechas por alguien casi analfabeta. No le conozco y siento que lo aborrezco.
Enero 15. Me he apurado en terminar las labores del día. Dejé comida a Neptuno para que no me interrumpiera durante mi sesión de escritura del día. Nuevamente, los versos que había escrito y hasta corregido en mi cabeza mientras trabajaba no pudieron llegar a plasmarse en el papel. Neptuno parecía haber entendido que necesitaba concentrarme y no hizo el menor ruido mientras comía. De ello me di cuenta hasta más tarde, cuando vi su plato ya vacío.
Enero 16. En todo el día de hoy no vi a Neptuno.
Enero 17. En un momento de la tarde, mientras estaba en la parte alta del faro, esperando por alguna embarcación para intentar saludar de nuevo, me pareció escuchar a lo lejos los ladridos del buen Neptuno. Caminé por toda la baranda alta buscándole, tenía la mejor visión de la pequeña península y a pesar de que la tarde era clara no pude verle. Bajé lo más rápido que pude y le busqué por el dormitorio, el cuarto de la caldera, la bodega y no pude verlo. Confieso que después de eso, mi corazón se estrujó un poco.
Enero 18. Me fue inevitable resistir a la tentación de no levantarme de mi camastro el día de hoy durante horas. No tuve apetito, ni la fuerza moral o física para cumplir con mis deberes. Pensé que si la linterna del faro llegaba a apagarse debido a mi pasividad, rápidamente mis empleadores serian enterados de la situación, y todo devendría en una sucesión de penosas situaciones en las que finalmente vería truncada esta última oportunidad laboral. No; no les iba a dar el gusto de gritarme, de humillarme, de manipularme. Fumé un poco mientras seguía acostado y me levanté casi de un salto. Primeramente debía ponerme en orden, tenía esa oportunidad en este nuevo día, mi alma de poeta tomó las riendas y me invitó a hacer frente a la pasividad en la que había estado sumido hasta tarde. Perdóname señor si es que he pecado de orgullo, fue mi último recurso, no tenía más a lo cual poder aferrarme.
Enero 19. No es mi intención dar alguna explicación, si acaso, mi objetivo como poeta pudiera hacer volver todos estos acontecimientos explicables, tal vez una mente más lúcida, venida más allá, en el borde, en las lejanías del tiempo, lejos de esta costa nublada, oscurecida; en un futuro más iluminado, pudiera hallar los motivos y las razones por las que mi ser interior puede expresarse perfectamente en estas líneas escritas con el cansancio del día a cuestas; y porqué, cuando deseo que Ello hablé a través de mis dedos, toda la magnificencia creativa me dé la espalda cuando busco fines más elevados para manifestar mi arte. Yo solo quiero aproximar a quien sea que esté leyendo estas líneas al misterio, no estará en mi poderlo resolver, no me alcanzará la vida más que para ser confesor de estas necesidades. ¿Cómo es que un alma atormentada y sensible como la que se anida en mí, no puede cumplir con su propósito? Me limito a ser testigo de mi propia tragedia personal, mudo, emasculado, incapaz de entrar en el trance creativo que me pudiera ayudar a liberarme.
Enero 20. He tenido la más horripilante de las pesadillas. No sé si vaya a hacer más notas el día de hoy en este cuadernillo. No quise esperar ni a tomar el desayuno, quiero plasmarla antes de que se desaparezca con el ir y venir del día. La noche era densa, la marea alta ha convertido este estrecho brazo de tierra en un islote agónico, asfixiado por el mar. Yo estaba en esta misma habitación, no me asomé por la ventana pero estaba seguro de que esa era la situación allá afuera. Algo aleteó con fuerza desde afuera de la ventana, oscureciendo brevemente el interior del dormitorio. Algo demasiado grande para ser un ave común, y con la fuerza suficiente en su aleteo para hacerme estremecer de miedo. Dos golpes en la puerta, fuertes, contundentes, como hechos con un garrote denso, metálico, como una de las palancas que estaban junto a la pala en el nivel de la caldera. Después vino lo que puso a prueba mi cordura: una secuencia interminable de ladridos, uno tras otro, cavernosos, secos, sin variantes, como el canto de un demente que ha sido rebajado al nivel de un animal. Ante la inmensidad de confianza que estoy teniendo para con quien me lee, admitiré que me despertó mi propio grito,
Enero 21. Nuevamente al subir a lo más alto del faro para aceitar parte del mecanismo de la linterna, escuché los ladridos de Neptuno. Esta vez no intenté buscarlo. Temí que al encontrarlo, en las condiciones que fuesen, podría hacerle daño; con el único fin de evitar el nadar desprotegido en el inmenso mar de la locura, que desde esta orilla de la cordura a la que me aferro como un náufrago, pareciera un abismo infinito, engañosas aguas claras en su superficie, en las que uno primero se adentra tímidamente, y conforme más te hundes voluntaria o involuntariamente, intentando sobrevivir mientras te das cuenta de que nunca se llega a conocer realmente el fondo. Los demonios que me acechan no me consumen, ni me deforman, ni terminan con mi dolor, solo se burlan de mí. Estoy seguro de que desearían que mi existencia también fuera eterna, tendrían un bufón a su disposición hasta el fin de los días. ¿Y qué forma de vida, inferior o superior, podría resistirse a esa tentación?
Enero 22. Dejé el arma en la casa base, en el dormitorio. No pensé que fuera a necesitarla en ningún momento de la tarde. Mientras limpiaba los cristales de la linterna, pensé que el mayor problema del día seria poder eliminar satisfactoriamente los desechos de las aves que habían decidido hacer sus evacuaciones en el lugar. Mientras maldecía en voz alta a esas criaturas escuché pasos subir por las escaleras. Pasos lentos que retumbaban en la estructura sólida de la torre. Nuevamente pensé que mi relevo se había adelantado a hacer la transición y todo el papeleo de entrega y recepción formal del edificio. Si tanto les podía urgía verme fuera de aquí, ¿para qué me dieron el condenado empleo en primer lugar? De la molestia pasé al miedo, con la misma rapidez con la cual se enciende una vela en medio de la noche. Sobre la sombra proyectada del barandal que subía dibujando una leve espiral, vi la sombra de un hombre delgado, alto, imagino que llevaba saco ya que pude ver la sombra de sus hombros perfectamente dibujada en las paredes interiores de la torre. Sus botas debían ser las más pesadas que nunca un servidor había escuchado en su vida, resonaban demencialmente con la estructura metálica de la escalera. Mientras cerraba la puerta con la rapidez que el temblor de mis manos me lo permitió, pude distinguir una cabeza sobre esos hombros casi puntiagudos, no era la cabeza de un hombre, era más pequeña, alargada hacia enfrente, sobre ese cráneo irreal, lo que supuse eran sus orejas puntiagudas bailaban como tentáculos a los costados de ese cráneo que no tenía un similar en el mundo conocido por los hombres buenos de Dios. Terminé de azotar la puerta, di un par de pasos alejándome, sin quitar la mirada de la puerta de madera que no era del todo frágil, pero que en algún momento terminaría por ser forzada irremediablemente. Quise gritar ¿quién eres?, ¿qué quieres?, ¡aléjate demonio!, pero en vez de ello comencé a llorar, y después a rezar. Sentí la presencia del otro lado de la puerta, después unos leves tallones sobre la madera de la puerta, como si la estuviera recorriendo con sus manos o cuales quiera que fueran sus extremidades. Después, por debajo de la puerta comenzó a escurrir un líquido plateado, homogéneo, denso; no pude realizarle mayor análisis, ya que caí desmayado hasta bien entrada la noche, estoy seguro que me empapó por completo, aunque para esa hora no había el menor rastro de humedad en mis ropas. Bajé las escaleras temblando, hasta que me resguardé en el dormitorio, que ya para esas alturas de esta etapa laboral, se había convertido en mi refugio. Debía ser fuerte si no deseaba que se convirtiera en mi tumba.
Enero 23. Hoy el día transcurrió sin mayor novedad. ¿Sería acaso que Dios había escuchado mis ruegos de la noche anterior? ¿Qué mayor sinceridad podía encontrar Dios que no fuera en la desesperación de un hombre acorralado como un servidor? No hubo mayor novedad en lo cotidiano, debo confesar que tal vez se debió al más de medio millar de rezos que hice desde que desperté. ¿Sería acaso posible que Dios no me hubiera abandonado definitivamente? Sabía que solo ponía a prueba mi temple, ya que… ¿qué sería de mí, sin mi Dios que recogiera mi alma, sin haber sentido siquiera el leve calor de un padre amoroso en mis primeros años, ni la cercanía de una madre por quien me sentía abandonado a pesar a estar a un pasillo de distancia en aquella enorme casa que era la envidia de toda la comarca?
Enero 24. Creo que se ha ido. Primera noche sin ser despertado por ladridos, visitantes no deseados, ruido del viento filtrándose o tormenta azotando la bahía. No puedo dormir, espero y pronto termine la carga de aceite de la lámpara para forzarme a conciliar el sueño. Sueño de injusto, de pecador, de farsante.
Enero 25. Amenaza tormenta desde la hora de despertar. Las nubes se han ido acomodando, tapizando el cielo de un gris aterciopelado que es lo mismo elegante que impresionante. Estuve rezando todo el día, le hice la cruz con mi mano derecha a cada nube que se agregaba al paisaje. Espero y esta noche llueva agua bendita que nos lave a todos de nuestros pecados.
Enero 26. El amontonamiento de nubes se ha dispersado en todas direcciones. Me pregunto si habrá funcionado la bendición disgregada por toda la región. De ser así, pudiese comenzar a llevar a la práctica ese hábito sobre cada una de las criaturas de Dios que tuviera al alcance. Me pregunto: ¿cuál será el tiempo que la entidad bendecida pudiera soportar esta nueva condición? Si el agua, al igual que el hombre, está condenada a sufrir ciclos continuos de infinita rotación, entonces… ¿ese líquido bendito que permeará los cuatro puntos cardinales pudiese contagiar con su estado de gracia todo lo que tenga a bien acariciar? ¿O la bendición también deberá renovarse después de un cierto tiempo transcurrido? Siendo enterado yo, de mi nueva condición como hijo bendito de Dios, vencedor de demonios encarnados; yo, que resistí la tentación, y contuve el mal que habita esta torre maldita, ¿Qué tal que ésta poderosa luz producto de la técnica sea capaz de traer al mundo fuerzas que pueden hacer daño a mi hermano hombre más allá de cualquier plaga de que se tenga memoria? El mal que habita este lugar no fue traído por mí. Hoy me he convencido de que fui puesto con total desconocimiento e ingenuidad de mi parte, en una trampa de magnitudes sobrenaturales. Una trampa para un alma limpia, superior, lúcida y libre. Caiga el mal que he librado sobre todos aquellos que me han traicionado. Que inteligente movimiento para deshacerse de mí, un hombre que gusta de la soledad, pero me he dado cuenta, siempre fui y seré más inteligente que ellos, a pesar de las condiciones extremas a las que me quieran arrastrar.
Enero 27. Todo el día estuve pensando en pasar por alto las labores para las que fui contratado. Pensé en pasar todo lo que resta del día de hoy y mañana desentendido de todo lo que me ha causado hastió e incomodidad estos breves días, que se han alargado más allá de un tiempo que ya no es tiempo, y una razón que hace mucho se ha evaporado, que se ha convertido en humo negro, como el carbón ardiente dentro de la caldera, ahí donde se alimenta toda esta máquina invencible de pesadillas tangibles. Después pensé que si mañana a mediodía o media tarde se acercan al faro y lo ven desactivado, eso los pondría en alerta, Estoy seguro que también vienen armados, y por lo menos vienen cuatro hombres en esa embarcación llena de otros trastos. Probablemente incluso sean dos embarcaciones, en caso de que mi relevo sea un hombre bien visto por mis empleadores, y le hayan permitido traer más pertenencias de las que me permitieron a mí. Si fueran dos embarcaciones estoy hablando de al menos seis hombres. Que vean el faro apagado les pondrá en alerta, y con eso perdería mi única ventaja: la sorpresa. Intencionalmente no he firmado con mi nombre real en la bitácora ni en este diario. En caso de que mi plan resulte y pueda irme victorioso de este falso islote en una de esas mismas embarcaciones, podré aprovechar este buen viento del norte y comenzar una buena y nueva vida. Tendré al menos un par de días de ventaja antes de que alguien extrañe a mis visitantes. En caso contrario, si lograran someterme y darme muerte. Espero tanto estas líneas como todos mis demás actos realizados en vida sean rápidamente olvidados. No he tenido el valor de arrojar este manuscrito a la caldera. Que Dios me perdone por todos mi pecados.
Enero 28. Aquí los estoy esperando desde el amanecer, todavía falta para el mediodía, me he dado el tiempo es escribir estas líneas. Soy un hombre de palabra, y ante Dios, y sin ánimos de blasfemar, la cumpliré. Dejo este cuaderno a la vista ya que para nadie habrá mayor explicación de todo lo que aquí ha pasado, he dejado constancia de todo, concluyo aquí mi testimonio, antes de subir armado al nivel más alto del faro a esperar mi puntual relevo. Hoy más temprano, cuando los primeros rayos del sol comenzaron a posarse en la blanca estructura del edificio, casi podría asegurar que escuché a Neptuno ladrar. Mi fiel amigo seguro a regresado a desearme suerte, si no es que a despedirse. Termino este informe con la tremenda pena de tener que aceptar que pasé veintiocho días sin escribir un poema, una estrofa, o un verso.
Gonzalo Reyes
Noviembre de 2022
Relato incluido en el libro "interiores"
ilustración realizada por Iris Reyes
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